En Maastricht tenemos un príncipe. Aunque es un príncipe humilde, pobre y haraposo pero es príncipe. Expone sus obras de cartón frente a la plaza del museo de arte de esta ciudad.

Los que vivimos en la orilla derecha del río Mosa sabemos de quién hablamos.

Cada día, al ir en bicicleta al colegio donde doy clases privadas a una niña, veo las obras creativas del ‘príncipe’. A veces las está instalando, a veces mirando ya el resultado de su montaje.

Suele hacer sus obras de cartón, papeles de colores, aluminio doméstico, etc. Es un artista en reciclar objetos y materiales que recoge en la Casa del Gobierno Provincial de Limburgo y los alrededores.

Se ha convertido en artista después de un intento vano de ser reconocido como príncipe de algún país lejano, cosa que por mucho tiempo afirmaba a cualquiera que lo quisiera oír.

Siempre caminaba con su carrito lleno de letreros en los que ponía sus títulos y reclamos. Pero por fin se hizo artista y ahora goza de atención, ya que es imposible no ver sus obras expuestas en la avenida.

Solo hay un problemita. Sus obras no se pueden exponer en días de lluvia. Pues, cuando apenas hay llovizna el príncipe desaparece junto con sus obras en espera de mejor tiempo. El cartón no aguanta tanta humedad y – creo yo – el príncipe tampoco.

Ahora que llega el otoño, que fue anunciado con una hoja amarilla que entró revoloteando por debajo de mi puerta, habrán más días de lluvia o llovizna y tendremos que echar de menos las obras de nuestro príncipe.

Pero ha logrado un gran éxito: le han dedicado una página entera en la revista de la Casa del Gobierno Provincial, con foto y todo. Incluso apareció en primera plana. Con ese artículo al fin quedó establecido su título de príncipe… del cartón.