Muchas años atrás, cuando era joven, vivía en Den Bosch con mis padres.

Mi hermana  quería tener un perro;  no un perro normal pero un barsoi, que es un tipo de lebrel muy grande.

En el día de su cumpleaños el barsoi llegó a nuestra casa. Era un perro impresionante.

Unas semanas más tarde encontramos en frente de la puerta de entrada de nuestra casa un testimonio, una atención de  –otro – perro. Y desde aquel día, todos días una atención nueva fue entregada exactamente en frente de nuestra puerta de entrada.

Para nosotros comenzó la búsqueda del culpable.

Descubrimos que era un hombre con un perrito y se lo contamos a nuestra madre.

Ella le dirigió la palabra, diciéndole que le parecía impropio dejarle al perro deponer su ‘recado’ en frente de nuestra puerta de entrada.

El hombre contestó que era la naturaleza de un perro de poner su ‘recado’ donde él quisiera.

Al día siguiente una nueva atención estaba en frente de la puerta.

Mi madre estaba furiosa.

Conocía la dirección del hombre, tomó al barsoi y fue para allá.

En frente de la puerta de entrada de su casa dejó al barsoi  hacer sus necesidades y porque era un perro enorme, las necesidades estaban en proporción.

La puerta de entrada se abrió y un hombre furioso preguntó a mi madre qué hacía ella ahí.

Mi madre le respondió: yo nada, pero mi perro sigue su naturaleza!

Desde aquel día los recados desaparecieron!

Anécdota de una alumna.