La vuelta silenciosa es una tradición católica muy antigua.  Según la tradición, su origen regresa desde el año 1345. En este año vivía en Ámsterdam un hombre muy enfermo que recibió de un cura los sacramentos últimos y una hostia.

Claro, en este tiempo la gente todavía creyó que confesar sus pecados y gozar los sacramentos últimos con una hostia como postre, les daba una entrada segura en el paraíso. ¡Ay, que consuelo por los pecadores entre nosotros!

El hombre agonizando se mareó mucho durante la noche y vomitó, entre otras cosas,  la hostia al suelo. Su limpiadora cerré su nariz con un mano, limpió el vómito y lo lancé (hostia incluido) en la chimenea ardiendo. Que sorpresa cuando el mañana próxima la hostia no era quemada, sino intacto.

La limpiadora llevó la hostia al cura que le daba otra vez al mismo enfermo.  Este actuación no va a sorprender cuando sabes cómo parsimonioso los curas son con el cuerpo de nuestra señor.  La historia se repite unas veces sucesivamente que era prueba por el cura, y todos quien se ya han metido ya de este cosa, que se trataba de un milagro que merecía adoración especial. Desde este año muchos pelegrinos católicos llegaban a Ámsterdam para visitar la chimenea donde se ha puesto el milagro después de que los pelegrinos hacían una vuelta en el barrio antiguo de Ámsterdam.

Esta tradición se repite todavía hoy en día. El razón, porque hacen las vueltas en silencio profundo, no había nada de hacer con el milagro a su mismo, sino era una condición ‘sine qua non’  porque los protestantes quien eran en poder prohibían procesiones católicos en Ámsterdam. Por eso los pelegrinos lo hacían en secreto y sin hacer ruidos.

Desgraciadamente la historia no nos cuenta si el enfermo se ha restablecido o no. En mi fantasía se restableció y se había nombrado a presidente de la empresa de explotación del milagro de Ámsterdam.